"Antes de ofrecer debemos detenernos, pero después de haber ofrecido, cumplirlo"
¿Te gusta no cumplir tus promesas? entonces este cuento es para tí.
Esta es la
historia de un duendecito llamado Jim, que a pesar de ser amable, alegre y
juguetón, se fue quedando sin amigos, ¡vamos! ¡ni siquiera lo quería mirar el
sol! Y es que a Jim le encantaba hacer promesas por doquier; daba su palabra
por acá, por allá, por ahí y también por aquí.
Ocurrió un día
que iba a haber una gran fiesta en el bosque para celebrar el cumpleaños de los
grandes robles ¡cumplían trescientos añitos nada más! Y el bosque entero, con
todas sus criaturas (las mágicas y las que no lo son) se estaban organizando
para la gran celebración. Y entre tanto barullo sobresalió la voz de Jim, que
de inmediato se puso a prometer que llegaría primero que todos para adornar el
bosque entero, y que también hornearía el pastel, prometió además que luego de
la fiesta él iba a limpiar todo y a lavar los trastos, incluso le prometió a
todas las duendecitas que bailaría con ellas al menos una vez.
Habiendo dicho eso los habitantes del bosque quedaron sorprendidos, y tomando la palabra del duende quedaron muy seguros que la fiesta sería grandiosa y de lo más divertida.
Pues llegó por
fin el tan esperado día del evento; pero cuando fueron llegando todos los
invitados se desilusionaron enormemente, porque el bosque se veía como siempre
se ve, no había guirnaldas de flores, ni faroles de colores, no había
serpentinas, ni mantelitos, no había ni una sola decoración, todo estaba en
silencio total. Y los distinguidos festejados se veían con sus hojitas tristes,
pues de verdad esperaban una gran fiesta para celebrar que habían sido ellos
los fundadores de aquellos bosques; así que de inmediato todos los demás, desde
pequeñas luciérnagas y hadas hasta los trolls y las ardillas comenzaron a
trabajar a toda prisa para adornar el lugar.
ero luego
notaron que ni siquiera tenían el pastel de cumpleaños para festejar, y todos
sabemos que un cumpleaños sin pastel con velitas encima es muy triste, porque
se supone que uno puede pedir un deseo que se hará realidad, y sin pastel y sin
velitas los grandes robles no podían pedir su deseo, así que su hojitas se
pusieron todavía más tristes.
Pues así
tristes estaban todos, porque hornear un pastel tan grande no era cosa fácil ni
rápida y tardarían toda la tarde, y cuando llegaron las duendecitas, con sus
vestidos de pétalos fragantes notaron que no había fiesta, ni música, que todos
estaban tristes y molestos y sobre todo notaron que el duendecito Jim no
aparecía por ningún lado, y las duendecitas, que estaban todas ilusionadas por
bailar con Jim, también se sintieron tristes y enojadas, y al ver eso, los
grandes robles no pudieron más y se soltaron a llorar, porque la fiesta no era
alegre, ni divertida, y todos tenían las caritas fruncidas, y algo muy dentro
del bosque comenzó a temblar, comenzó a resquebrajarse, sonaba como un montón
de galletas rompiéndose a la mitad … y, en efecto, algo se había roto por la
mitad … ¡ERA EL CORAZÓN DEL BOSQUE!..
Al escuchar
aquel estruendo Jim despertó de la siesta que estaba tomando en lo profundo de
los pétalos de un dulce tulipán, y salió corriendo a ver qué ocurría, y cuando
llegó al bosque notó que todos los árboles estaban partidos por la mitad, que
todas las hadas, los duendes, los trolls, las aves, los colibríes y todos los
demás estaban tristes, enojados y nadie quería hablar con él.
“¡PERDÓN!
¡PERDÓN!” –gritaba Jim– pero ya nadie lo quería oír, el corazón del bosque
estaba roto, y también el corazón de sus amigos, porque Jim les había prometido
muchas cosas y ninguna la había cumplido, y es que Jim no entendía que al hacer
una promesa, no sólo se dicen palabras, en una promesa se entrega la confianza,
de quien la hace y de quien la cree, en una promesa se entrega el alma, se da
la amistad y el cariño, con una promesa uno dice “te quiero” “ me importas”, en
una promesa se da también el honor, se entrega nuestra palabra ¡una promesa es
una promesa! ¡No es cualquier cosa! ¡No es una baratija! Una promesa no es algo
que se puede echar a la basura, el duendecito Jim no entendía que una promesa
que no se cumple abre una herida, una promesa vacía va rompiendo el corazón de
a poquito y lo deja un poco desilusionado, vacío y dolorido.
Pero al ver
todo lo que había causado, el duendecito Jim sacó de su sombrero un trébol de
cuatro hojas, lo frotó en sus manos y salió un gran arco iris que remendó el
corazón del bosque y lo llenó de color, y al final de aquel mágico arco iris no
había una olla con monedas de oro, sino un enorme pastel de cumpleaños con
trescientas velitas encendidas para que los grandes robles pudieran pedir su
deseo, y con el arco iris llegaron las musas, que de inmediato comenzaron a
tocar hermosas melodías y trajeron de vuelta la sonrisa a todas las criaturas
del bosque y tuvieron la fiesta que tanto querían, porque Jim, el duendecito,
lo había prometido, y también prometió no volver a romper otra promesa nunca
más, pues ahora sabía lo que significaban en verdad.
Así pasaron toda la noche festejando y bailando todas las
criaturas del lugar, mientras Jim se arremangaba la camisa ¡pues tenía muchos
trastos que lavar!
¿Te gustó el cuento? ¿Cumplirás tus promesas? ¿Qué importante son las promesas para ti? ¿Tus amigos confían en tus promesas? ¿Alguna vez no cumpliste una promesa? ¿Crees que Jim mereció ese final?.

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