jueves, 13 de junio de 2013

Se busca papá

"El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de su tiempo cada día"

Hoy en la hora del Plan Lector leímos este bonito cuento, conmemorando el día del padre, que se celebra el próximo domingo. 

Juan era un niño huérfano de padre. Con sus pequeños cuatro años, sabía perfectamente lo que era carecer de algo maravilloso. Juan vivía sólo con su madre y si bien se amaban mucho, sentía que no estaba completa su vida.

Sábados y domingos iba a la plaza y allí, su mayor entretenimiento era observar a todos los padres que hamacaban a sus hijos, les enseñaban a andar en bicicleta, hacían castillos de arena y compraban algodón de azúcar. A los ojos del pequeño, cada uno de esos hombres era aún mejores que cualquier superhéroe.

No había súper poder que superase ese modo de hamacar, ni piernas más veloces que aquellas que jugaban a la pelota, ni brazos más fuertes que los que sostenían niños a upa. Cada día al acostarse, pensaba en que algún día su suerte cambiaría y tendría un papá, sólo para él, un papá a su medida.

Cierto día, el pueblo se llenó de carteles anunciando que en breve se abriría una gran juguetería, la más grande que el pueblo hubiese visto jamás.

Todas las calles se llenaron de grandes carteles con frases tales como “Tenemos todo lo que un niño necesita”, “Hacemos felices a los niños”, “Todo lo que siempre buscó, está aquí”, “Jugueterías Don Cosme cumple los sueños de los niños”.

Juan se maravilló con todos y cada uno de los carteles. Pedía a su madre que se los leyera una y otra vez y había aprendido cada frase de memoria. Día tras día, preguntaba cuándo abriría la gran juguetería. Ya no podía esperar para entrar.

No creo que tenga cosas tan diferentes a las jugueterías de la ciudad  comentó su madre.
Dicen que tienen todo lo que un niño pueda desear  contestó ilusionado el pequeño.
Comerciantes… no hay que creerles  replicó desconfiada su madre.

Juan prefirió seguir pensando que en esa gran juguetería encontraría lo que tanto soñaba. Llegó el día de la gran inauguración. Era tanta la gente que se había agolpado en las puertas del local que Juan no llegaba a ver si lo que tanto necesitaba estaba allí. Esperó al día siguiente y no bien abrió el negocio entró.

Buen día  dijo el niño a Don Cosme
He visto los carteles.

Todo el pueblo los vio. Gran propaganda ¿Has visto?  contestó el hombre.
¿Es cierto que aquí tienen todo aquello con lo que un niño puede soñar? preguntó ansioso el pequeño.

Sin dudas, niño, sin dudas contestó muy seguro Cosme.
Con una sonrisa más grande que su carita, Juan le dijo: Pues bien, necesito un padre.

¿Perdón?, creo que no te entendí bien.
Un padre, necesito un padre.
¿Un padre?  repitió Don Cosme ya seguro que había escuchado mal.

Si un padre, de esos que llevan a la plaza, que juegan a la pelota, que leen cuentos  explicó Juan sin borrar su sonrisa de su carita.

Niño, creo que estás confundido, esto es una juguetería donde vendemos juguetes y además, permítame que te diga, los padres no se venden¿Se alquilan? Pues entonces, alquíleme uno por favor. No pequeño, tampoco se alquilan.

Juan salió corriendo de la juguetería sin decir una palabra. El dueño se quedó pensativo y triste. Lo extraño del reclamo lo había sorprendido, la tristeza del niño lo había conmovido.

Esa noche Juan lloró mucho. Por la mañana, vio un hermoso sol en el cielo y le pareció que le decía que no debía darse por vencido, entonces volvió a la juguetería.

Buen día dijo el niño. 
Buen día respondió Cosme
¿Qué necesitas hoy?
Tal vez ayer no me expresé bien respondió Juan. Cosme comenzaba a tranquilizarse, seguramente había habido una confusión el día anterior.

Pues bien te escucho dijo el hombre.
Juguetes para armar venden ¿Verdad? preguntó.
¡Por supuesto! ¡De todos los tamaños! ¿Qué buscas? contestó muy entusiasmado Cosme, creyendo que ya se estaban entendiendo con el pequeño.

Un padre para armar, vero cajas muy grandes, seguro que en alguna hay un padre.
El vendedor no podía creer lo que escuchaba, La inocencia de un niño que creía que podría haber un padre para él en su negocio no sólo lo sorprendía, sino que lo conmovía.

¿Qué pasa, no tienes padre?
No, nunca tuve. Les he preguntado a mis amigos cómo tuvieron los suyos, pero todos me contestaron que cuando habían nacido, ellos ya estaban allí y que no sabían cómo se podía conseguir uno.

¿Y qué pasó con tu padre?
No lo se, mi madre no quiere hablar de ese tema, pero yo necesito uno.
¿Y qué te ha hecho pensar que aquí lo conseguirías?
Los carteles  el rostro de Juan se iluminaba nuevamente los carteles repitió ellos decían que ustedes tendrían todo lo que a un niño podía hacer feliz, todo aquello que un niño podía desear.
Si… titubeó Cosme  pero los carteles hablaban de juguetes, no de personas.

La sonrisa de Juan iba desapareciendo de a poco, pero el niño no se resignaría fácilmente. En la puerta del negocio apareció la mamá de Juan, no era una fea mujer, pero su gesto no era del todo agradable.

Juan, llegamos tarde, vámonos dijo sin saludar siquiera. Y Juan se fue, no sin antes decir un “mañana vuelvo” ¿Qué le diría el día siguiente ese niño tan extraño? ¿Se daría cuenta que pedía un imposible? ¿Cómo hacerle entender a un pequeño que no hay juguetería por grande que sea que cumpla todos los deseos de un niño? se preguntaba Cosme.

Y el niño volvió. Tal vez pueda haber algún padre a pilas, será costoso mantenerlo, pero bueno ahorraré para comprar pilas. ¿Tiene un padre a pilas?
No niño, no tengo ni a pilas, ni tampoco a cuerda. Un padre no es un juguete y yo vendo juguetes.
Entonces los carteles no decían la verdad contestó Juan con lágrimas en los ojos.

El hombre enmudeció, no sabía qué responderle a ese niño que venía con una sonrisa primero y una lágrima luego a pedirle algo imposible de conseguir. Se sintió mal, jamás pensó que los carteles que había mandado colocar hubiesen podido generar semejante confusión.

Sin embargo, no era eso lo que lo entristeció, sino la soledad del niño. No sabía qué hacer, no podía mentirle, no quería seguir desilusionándolo, pero sentía que, de una u otra manera, debía ayudarlo.
No llores pequeño, no tengo un padre para venderte.¿Importado tal vez? preguntó Juan entre sollozos.

No terminas de entender, una persona no se vende, un vínculo de amor no se compra. No desesperes, ya llegará un hombre a la vida de tu madre.

Pero yo necesito un padre, no mi madre. Cosme sonrió, sin saber qué contestar.
¿Quieres quedarte conmigo y darme una mano en la juguetería? Le avisamos a tu madre y si te da permiso, pasas la tarde aquí propuso el hombre. Juan se entusiasmó.

Por esa tarde, entre los más variados juguetes, se olvidó de todo. Y así, todas las tardes, el niño pasaba por la gran juguetería a darle una mano a Cosme. El hombre lo dejaba jugar, conversaban, reían y por sobre todo, se acompañaban mutuamente. No sólo Juan necesitaba compañía, Cosme no tenía familia.

El sábado por la tarde estoy libre dijo Cosme a Juan ¿quieres que te lleve a la plaza?
Pero… a la plaza voy con mi mamá contestó sorprendido Juan.
¿Tu mamá juega a la pelota?
 No, ¿Tu si?

El sábado fueron a la plaza y por primera vez en su corta vida, Juan tenía alguien que parecía un padre con él. El tiempo pasó y mutuamente fueron haciéndose compañía.

Juan creció y empezó a entender que nunca conseguiría un padre en ningún negocio. Sin embargo, la compañía de Cosme fue llenando en cierta manera los huecos de la vida del niño.

Juan estaba por cumplir seis años. Cosme quería hacerle un gran regalo.

Dime Juan ¿Qué deseas que te regale? Puedes elegir lo que quieras de la juguetería, lo más grande, lo más caro, lo que quieras te lo regalaré.

El niño se quedó pensando, no era una oferta que pudiera rechazar, pero para sorpresa de Cosme, dijo: No gracias, ya tengo lo que quería, no necesito nada más.

Fin

 Autora: Liana Castello
Te imaginas lo que puede hacer un padre, por amor a sus hijos. Perdonarnos y sufrir las desgracias de sus hijos. Para muestra, te dejamos este vídeo motivador.


Muchas veces vemos los defectos en nuestros padres, y no valoramos el esfuerzo que hacen por  sacar a su familia adelante. Nos dejamos llevar por apariencias y el ¿Qué dirán? Te invito a que observes el vídeo.


domingo, 9 de junio de 2013

La confianza le gana a la prudencia

"Mostrar un interés genuino en los demás no sólo le reportará amigos, sino que también puede crear lealtad en tus amigos"
                                                                     Dale Carnegie

 Facundo era un muchachito sumamente prudente. Tenía poco más de catorce años y ya había aprendido a ser responsable con sus cosas y con las de los demás.

En su conducta era muy fiel a sus convicciones. Antes de tomar una decisión, evaluaba todas las posibilidades. Por ejemplo, si no había podido leer la fecha de vencimiento de algún producto que compraba su mamá en el supermercado, prefería no comerlo. Facundo no quería correr riesgos.

Así era en todo. Prudente al extremo. Y ni hablemos si tenía que elegir un amigo. Antes de confiar en él, lo pensaba varias veces, averiguando lo más posible acerca de sus gustos, de su comportamiento en los juegos e incluso de su familia.

Uno de los problemas de tener esa forma de ser era que todo le insumía el doble de tiempo que a cualquiera. Y otro de los problemas era que, en muchos casos, las situaciones más simples y sencillas se convertían en una verdadera complicación.

Una tarea que un compañero la realizaba en media hora, a él le llevaba una, porque primero la hacía en borrador, luego se la daba a su mamá o a su papá para que la corrigiera, después la pasaba en limpio y se la volvía a entregar a su mamá o a su papá para que le dieran un último vistazo.
No quería sacarse una mala nota por una falta de atención que hubiera sido evitable. Sus padres y amigos querían mucho a Facundo porque era incapaz de hacerle mal a alguien, aunque a veces los cansaba con esa forma de actuar y el interminable listado de preguntas que hacía para cada tema.

Si quería jugar a un juego nuevo, sabían que alguien tenía que dejarle las instrucciones o el reglamento en su casa el día anterior para que los leyera.

Cierta vez, un domingo por la mañana el papá colocó sobre la mesa dos cajas: una de madera y otra de vidrio transparente. En la de vidrio, puso los caramelos que más le gustaban a su hijo.

En la otra, no se veía lo que había porque era opaca. Llamó a Facundo y le dijo que podía elegir una de las dos cajas para quedársela. Era un regalo.

Eso sí, tenía que elegir sólo mirándolas; no podía tomarlas en sus manos y, por lo tanto no podía pesarlas, ni agitarlas, ni… nada. Se las mostró a Facundo y le pidió que eligiera una respetando la consigna dada y sin hacer preguntas.

Parecía fácil pero, por la cabeza de Facundo pasaban innumerables posibilidades. ¿Qué contenía la caja de madera? Su papá, que lo quería mucho, no podía poner algo feo en ella. Pero en la otra sí sabía lo que había.

Era algo seguro y además le gustaban mucho esos caramelos. Después de un largo rato de meditar, se decidió. Sin embargo, parecía que la mano no le respondía, porque tardó una enormidad de tiempo en tomar la caja de madera.

Cuando la abrió, vio que dentro había una copia de las llaves de su casa. De inmediato le dio un abrazo a su papá, porque hacía mucho que se las había pedido.

-¿Por qué elegiste esa caja, si no sabías que tenía dentro?
-Porque no puedo esperar nada malo de vos y entonces me di cuenta de que es bueno ser prudente, pero tenemos que confiar en los demás, sobre todo si sabemos que es alguien que nos quiere. Es importante saber confiar aunque no tengamos todas las seguridades. Me parece que, en varias oportunidades, me perdí de muchas cosas mejores de las que conseguí y eso fue por no arriesgarme.

-Ahora que te escucho decir esto -dijo el papá- estoy seguro de que ya era hora que tuvieras las llaves de casa.


Escrita por: Juan Carlos Pisano y María Inés Casalá

Cuando la naturaleza se enfada

En estos últimos  tiempos  hablamos mucho de contaminación ambiental, un tema que todo el mundo lo tiene muy presente. Nuestra institución educativa, no se queda atrás, los profesores  inculcan a sus estudiantes a tomar conciencia sobre lo bueno que es evitar la contaminación ambiental, tanto así que siempre se hacen campañas de limpieza al hermoso mar que rodea al pueblo de la Cruz.

Por eso hemos creímos conveniente colocar esta lectura que la leímos el mes de marzo, es una conversación entre un abuelo y su curioso nieto, que le habla sobre cómo se siente la naturaleza ante tanta indiferencia de la gente.




Hay a veces que la naturaleza parece como si se enfadara, dijo el abuelo a su nieto: el mar, que hasta ese momento estaba tranquilo, ahora se agita, se pone bravío y las olas chocan contra las rocas de la costa dejando una estela de espuma blanca.

Otras veces una montaña desde las profundidades de la tierra, arroja piedras incandescentes y lava a la superficie. En algunas ocasiones la corteza terrestre se agrieta, todo se mueve y las casas y cuanto hay en la superficie se destruye o se deteriora según la intensidad del temblor.
¿Sabes cómo se llaman estos fenómenos de la naturaleza? Si, respondió su nieto. Cuando sopla muy fuerte el viento sobre el mar, se produce una tempestad. Una montaña que arroja lava es un volcán. Y cuando la tierra tiembla es un terremoto.

Bien dijo el abuelo. Además de esto, se me olvidaba decirte también, los daños inmensos que producen las lluvias torrenciales, cuando se desbordan los ríos; ahora bien ¿Tú crees que todos estos fenómenos de la naturaleza son inevitables? Pues yo creo que sí, que no se puede evitar.

Cierto, es así. Siempre han existido, sin embargo, el modo de vida en nuestra actual civilización ha aumentado los prejuicios de estos fenómenos a causa del cambio climático.

¿Qué es el cambio climático, abuelo? El cambio climático es la respuesta de la naturaleza cuando se le trata mal; entonces ella responde mal, es como si se enfadara mucho más que en tiempos pasados; es decir, la naturaleza reacciona de modo distinto al habitual, cuando se le molesta arrojando a la atmósfera excesivos gases contaminantes; cuando se vierten a los ríos y a los mares desechos, petróleo y basura; cuando no se depuran las aguas que van a parar al mar o a los ríos; cuando se talan excesivos arboles de la selva y los bosques provocando la desertización de la tierra y tantas tantas agresiones a la naturaleza, que no tiene más remedio que reaccionar de forma distinta a como lo ha hecho siempre.

Ahora ya comprendo, abuelo, porque se produce el cambio climático. Y ahora te voy hacer otra pregunta: ¿a quién afecta estos prejuicios cuando la naturaleza se enfada? Dijo el abuelo.

Yo creo que a todas la personas, abuelo. Es cierto, a todas las personas, pero sobre todo a los países más pobres. Es verdad dijo el nieto. A veces veo en la televisión las victimas que causan los terremotos, sobre todo, en los países pobres de Asia o África.




Efectivamente, los países que más agreden a la naturaleza son los países más ricos, cuyas consecuencias negativas, la sufren más los países pobres.

¿Así deseamos que termine nuestro planeta? Con niños muriéndose de hambre porque no hay nada que comer, la gente muriéndose de sed y  bosques deforestados. 



Compañeros empecemos a trabajar. ya es hora; no seas un espectador más. 

Aquí te dejo una página para que la visites y leas otro bonito cuento de conciencia ambiental
haz clic aquí  conciencia ambiental

martes, 4 de junio de 2013

La gran heroína

Esta lectura es dedicado a todas las madrecitas que luchan día a día por sacar adelante a sus hijos, para darles un futuro mejor.



Cierto día en una pequeña escuela la maestra les dejo a sus estudiantes una tarea para la casa; esta consistía en escribir sobre su superhéroe o heroína favorita.

A la mañana siguiente, la profe empezó a preguntarles a sus alumnos sobre la composición que les había dejado:

Juan narró que admiraba a Superman, porque poseía mucha fuerza y porque además podía volar, Andrea hablo de la mujer maravilla y de su avión invisible.

Carlitos dijo que su superhéroe preferido era BEN10, porque se podía convertir en muchos alienígena, los estudiantes contaron uno a uno de sus heroínas y superhéroes. Pero ninguna historia sorprendió a la docente, pues todos hacían referencia a seres ficticios, producto de la imaginación y sacados de los muñequitos de la televisión.

La clase transcurría en la monotonía del día a día, hasta que de pronto se acordó y volteó a ver al niño más humilde y le pidió que leyera su composición. Fernando empezó su historia hablando que su heroína favorita estaba dotada de muchos poderes o virtudes; que tenía La nobleza del Chapulín Colorado, La valentía de la mujer Maravilla, que era rápida como Flash, amorosa y tierna como una bella rosa, sabia como el rey Salomón y que la cualidad o el poder que más destacaba de ella era que podía hacer surgir de la nada y con pocos recursos, como hacen los magos, un delicioso desayuno; y que siempre les inculcaba el poder más importante, el de la oración; porque al terminar de comer se arrodillaba y le daba gracias al creador por todo lo que les daba, también les hablaba de cuán importante es la gratitud.

El muchacho concluyo su narración diciendo:

A esa gran Mujer que me dio la vida y que daría todo por mí, a mi madrecita santa, a ella admiro con todo mi corazón, porque por siempre será mi gran Heroína.

madre hay una sola y no viene por duplicado
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Efectos secundarios.

A mis compañeros y a mí nos gustan las películas de terror,  y también leerlos. Aquí compartimos un cuento, para ver si te hace dar miedo.


Marisol caminaba hacia el ancianato donde trabajaba de enfermera. El viento que soplaba esa noche jugaba con su cabellera larga y negra, mas Marisol no le prestaba atención, pues iba sumida en sus pensamientos.  Le preocupaba el efecto negativo que pudiera tener el medicamento experimental que estaban suministrando a los residentes.  

Llegó al lugar. Mientras cerraba con llave prestó atención a un sonido; era la televisión del salón, aún estaba encendida.  Al llegar al salón no había nadie, y vio que había mucho desorden. Apagó la televisión, y en ese momento escuchó el zumbido de un motor eléctrico: era la silla de ruedas de la señora Fernández.   La anciana parecía dormida, tenía la cabeza hacia un lado. La silla de ruedas avanzó hasta chocar contra un sofá, rebotó hacia atrás y volvió a pecharlo.

¡Señora Fernández! -exclamó Marisol, y corrió hacia la anciana!
Al apagar la silla notó que la mano de la anciana estaba muy fría, y el brazo estaba algo rígido. Extrañada, le tomó el pulso, no tenía, estaba muerta. Aún sostenía la mano de la anciana cuando ésta abrió los ojos súbitamente, enderezó la cabeza con un movimiento rápido y abrió la boca al tiempo que emitió un grito espantoso. Seguidamente la anciana muerta intentó agarrarla lanzando manotazos y se estiró con la intención de morderla, y sus dientes postizos castañearon en el aire. Tenía los ojos rojos, inyectados de sangre, y abría la boca desmesuradamente al gritar.

Marisol, horrorizada, se apartó bruscamente. Entonces la muerta se levantó de la silla y avanzó temblorosamente hacia ella, sin dejar de dar manotazos al aire tratando de agarrarla. 
 “¡¿Qué es esto, Dios mío?!”, pensó Marisol al ir retrocediendo. Al girar rumbo a la puerta casi choca con un anciano que se había acercado por detrás sin que ella lo notara. Éste también tenía los ojos rojos, y había otros. Todos los residentes del lugar, convertidos en zombies, avanzaban ahora hacia el salón, hacia Marisol, que al verlos dejó escapar un grito de terror.

Todos estaban manchados de sangre: algunos iban masticando, otros sostenían partes humanas y succionaban la carne e intentaban sacar trozos sacudiendo la cabeza.    Unos jirones de tela que todavía tenían partes blancas, indicaban que aquellos restos eran del doctor del lugar y de la otra enfermera. 

Marisol, completamente aterrada, retrocedió ante aquel grupo de zombies; mas entre tanto terror pudo razonar igual: se acordó de la otra salida y corrió hacia ella. Los zombies empezaron a seguirla, avanzando entre gritos y gemidos.

Ya frente a la puerta buscó las llaves dentro del bolso. En su apuro se le cayeron al suelo. Los zombies ya estaban cerca.  El terror le entorpecía las manos, no podía meter la llave. Cuando finalmente la abrió, uno de los zombies ya estaba a su lado, y con un movimiento rápido le mordió el brazo. 

Marisol se deshizo del zombie de un empujón y consiguió salir, aunque en su apuro dejó la puerta abierta. Ya completamente dominada por el terror, lo único que atinó a hacer fue correr hacia su casa, que estaba a unas cuadras de allí.

En su hogar estaban sus tres hijos y su esposo; estaban mirando la televisión. Al escuchar que golpearon el esposo de Marisol se levantó y fue a espiar por la mirilla de la puerta; ella miraba hacia abajo y su cabellera negra cubría gran parte de su cara.

¡Marisol! ¿Qué te pasó? ¿Tuviste un accidente? -le preguntó el esposo al abrir y ver el brazo ensangrentadoElla levantó la cabeza rápidamente; su piel morena ahora estaba pálida, tenía los ojos rojos, y al abrir la boca lanzó un grito espantoso y se abalanzó hacia su familia.

Hola. si deseas más historias de terror haz clic en la frase de abajo.



Te invitamos a que termines la historia. ¿Qué pasó después? 

La bruja que quería volar

“Todo se termina mediante una transacción entre el optimismo de nuestros sueños y la esperanza de la realidad”





Hubo una vez una bruja que quería volar pero ni siquiera tenía escoba. Visitó al gran brujo para preguntarle qué debía hacer para conseguir alcanzar su sueño…

Debes ir en busca de alguien joven, soñador, valiente, vivaz, con ganas de compartir y disfrutar junto a los demás. Por cada duda que albergue conseguirás, aquella noche, robarle un hilacho de su fuerza y así, poco a poco, podrás ir reuniendo hebras para tu escoba. La bruja así lo hizo pero al poco regresó decepcionada.

Hice lo que me dijiste…pero la escoba casi no alcanza a despegar del suelo-le dijo enojada al gran brujo.

La persona que escogiste era demasiado joven…mejor busca entre los adolescentes…alguno habrá con miles de dudas…con el corazón debatiéndose por un nuevo amor o con el corazón partido, aturdido ante decisiones difíciles de su paso de niño a adulto o decisiones obligadas y demasiado apresuradas que necesitarían más calma y tiempo porque deciden su futuro, alguien con demasiadas ilusiones no compartidas, con un espejo que le muestre una imagen diferente a la que quiere o demasiado adulto entre tanto niño de su misma edad aún por crecer…con demasiados buenos amigos que no le entienden o ni siquiera le escuchan…Y aunque no lo creas, de esos, de esos encontrarás muchos…

La bruja marchó caminando, dudosa de la posibilidad de lograr con éxito tan difícil tarea. Vagó por las calles de día, entre los jóvenes, disfrazada de pobre vieja… pero el sol lucía demasiado hermoso y todos los adolescentes, aún estando llenos de dudas, mostraban su cara más juvenil y alegre.

Pasaron los días hasta que recordó que el brujo le habló de la noche… y así descubrió que era justo de noche, en medio de la oscuridad cuando la falta de luz les volvía ciegos. Allí dentro de sus casas, encerrados en sus habitaciones, sucumbían a sus temores y cuando les llegaba el sueño…las dudas se sucedían unas tras otras…y amontonadas se convertían en una montaña imposible de escalar.

Ese era el momento, cuando la fortaleza de la luz del sol dejaba de alentar la fuerza interior, cuando la fe en sí mismos les abandonaba dejándolas a la merced de la oscuridad de la noche…ese era el momento en el que ella debía actuar…

La bruja se apresuró a arrebatar a uno y a otro pequeños hilachos de juventud, de fuerza interior abandonada en medio de la oscuridad…aprovechando la vulnerabilidad de la duda, la flaqueza de la fuerza interior, la falta de fe… Hilachos tras hilacho cada noche la escoba iba cobrando forma, pero aún así, con la primera luz del sol de la siguiente mañana, la escoba se deshilachaba…

La bruja se preguntaba por qué. Una noche, decidió no arrebatar ningún hilacho…y en lugar de eso se sentó al lado del joven que parecía más aturdido para así entender qué era lo que lograba romper el hechizo. Pero el joven no hablaba, estaba callado, sólo escuchaba…escuchaba las palabras de un hombre.

Y a pesar de todo su aturdimiento, a la mañana siguiente, el joven, mirándose frente al espejo sonreía con la fuerza interior del que se mira en el espejo recién levantado y a quien el descanso del sueño le ayuda a recordar la necesidad de creer en sí mismo, a pesar de los pesares, sabiendo cuál es el camino para hacer lo que está bien…recordando la necesidad de creer en sí mismo, de mantener la fe, de levantar la cabeza y mostrarle al mundo que aún tiene orgullo.

Salir a la calle e ir a por lo que quiere, sin permitir que se crucen en su camino, sabiendo que logrará ser un campeón sólo si logra mantener la fe, porque no sólo hay que decirlo si no que hay que creer en ello, darse una nueva oportunidad y esperar un poco, porque sólo es cuestión de tiempo para ver como la confianza llega y vence.

Cuando el joven marchó, la bruja se quedó allí, estupefacta, quieta, delante del espejo, con cara sorprendida ante la inmensa sabiduría de aquellos pensamientos. Y recordó entonces todas las palabras de aquella noche…Se miró, se miró en el espejo y miró lo que estaba haciendo en esos momentos.

Encontró un pequeño momento para analizarse a sí misma, para ver el modo en que vivía cada día, para poner su vida en orden…para reencontrarse consigo misma…

Y gritó, gritó con todas sus fuerzas….para que la fe se metiera en su interior, tal como aquel hombre por la noche le había dicho cantando al joven, para que la fe y el amor se metieran en su interior a través del corazón…porque no necesitaba robar hilachos de fuerza interior a ningún joven para conseguir su sueño, ella misma podía flotar en el cielo, en lo más alto, cualquier camino que tomara le permitiría hacerlo, con sólo intentarlo…pero debía creer, creer y tener fe…

La bruja cogió unas tijeras y cortó parte de su larga melena para que sus propios cabellos hicieran de hebras de lo que había de ser su escoba. Desde entonces, por las noches, algunos dicen ver a una bruja volar, subida a una escoba medio deshilachada, como su propia melena, cruzando por delante de la luna…

Es ella, es la bruja que se acerca a la luna y a la estrella que más brilla en el cielo, para pedirles, por favor, que no dejen de iluminar el camino en medio de la oscuridad de la noche, porque los jóvenes necesitan que su luz continúe alentando su fuerza interior, alimentando su fe, para que éstas no se desvanezcan fundidas en el negro de la noche y así logren mantener su confianza hasta que lleguen otra vez los primeros rayos de luz que les trae el alba.

si desean pueden ver la historia en vídeo.


Legado de amistad

La profesora de Comunicación  nos contó que ella había tenido en su niñez y parte de su adolescencia una buena amiga, quien conocía hasta sus más íntimos secretos, que no eran muchos, pero cuando el destino las separó por motivo de estudio, la profesora tuvo que emigrar a otro lugar en busca de un futuro mejor, pues así lo habían decidido sus padres, y su amiga se quedó en su pueblo natal.

Cuando ella regresó al pueblo, después de varios años  se llevó una gran sorpresa, su amiga, había muerto de una sobredosis de heroína, se sintió desfallecer, se sintió culpable de la muerte de su mejor amiga porque no estuvo a su lado cuando más la necesitaba.

Esta historia la compartimos mis amigos y yo, con la profesora .

"La amistad supera las circunstancias"


No es fácil perder un amigo, en ningún momento y a ninguna edad.

Enrique fue mi mejor amigo por tanto tiempo que ya casi ni recuerdo cuánto. Tuvimos una hermosa amistad que supo acomodarse al tiempo y a las diferentes situaciones que éste nos ofrecía.

Eramos muy distintos, tanto que muchas me pregunté cómo podíamos ser tan amigos. Con el tiempo entendí que tal vez esas diferencias, nos unían o complementaban.

Enrique era un “alma libre” como él decía. No se había casado, no tenía hijos. Tampoco tenía padres o hermanos. No se ataba a ningún trabajo y no ambicionaba nada en particular. Le alcanzaba con que le alcanzase y no buscaba nada más. Vivía en una pequeña casa alquilada con la única compañía de su otro gran amigo, su perro Indio.

Yo, en cambio, tenía esposa, hijos, casa propia y un trabajo del que cualquiera podría sentir orgullo.

Cierto día me dijo:
¿Sabes qué? Es un gran beneficio no tener nada. Imagínate qué fácil será cuando yo muera, no habrá nadie para reclamar nada-rio y yo pensé que algo de razón tenía. Estaba muy equivocado.

Enrique murió de repente. ¿Estaría enfermo y yo no lo sabía? Tal vez ni él lo sabía. Tal vez era su hora y así, de pronto me quedé sin mi amigo.

No hubo velorio y yo lo despedí en el cementerio como pude, torpemente, amargamente, con una sensación de infinita soledad.

Al día siguiente fui a su casa, alguien debía ocuparse de las pocas cosas que Enrique había dejado y allí lo encontré. Indio estaba ahí, esperando a mi amigo, sin resignarse como yo. Tanta era mi desazón que no me había acordado que el perro estaba solo en la casa. Le di de comer y de tomar y me senté junto a él en el piso. Indio esperaba, no se daba por vencido, y por un momento yo esperé también, como si el regreso de nuestro amigo fuese posible.
El timbre nos sobresaltó a ambos, pero no se trataba de un milagro que nos devolvía a Enrique, era el propietario de la casa.

Su amigo me pagó hasta fin de mes, así que –hasta que llegué ese día- tiene tiempo de desocupar este desorden-No dijo más que eso y se fue.

Y comenzó para mí una rutina diaria. Todos los días pasaba por la casa de Enrique, no tanto para desocuparla, sino para darle de comer a Indio y hacerle compañía.

Con las pocas pertenencias de mi amigo terminé al poco tiempo, no era mucho realmente y doné todo.

Sin embargo, quedaba Indio. Cada día cuando llegaba a verlo, sabía que él seguía esperando a Enrique, pero un día me di cuenta que me esperaba a mi también.Ambos nos hacíamos compañía y compartíamos ese dolor indescriptible que significaba haber perdido a nuestro mejor amigo.

El tiempo pasaba y fin de mes se acercaba. Sabía que algo debía hacer con Indio. Ya no sólo nos unía el recuerdo de Enrique, había un vínculo entre nosotros.

Sabía que no sería fácil convencer a mi esposa y no lo fue. Sin embargo, ella aceptó que Indio no podía quedar sólo y que si alguien debía hacerse cargo de él, ése era yo.

Y el último día del mes cuando llegué a la que fuera la casa de Enrique, Indio me esperaba moviendo su colitaVamos amigo, tienes que conocer tu nuevo hogar le dije.

Y mientras ambos caminábamos hacia mi casa, pensé en qué equivocado había estado Enrique. Es cierto, no había dejado dinero, ni joyas, ni nada de valor material, pero me había dejado a Indio, a su otro mejor amigo.

Recibí la herencia más importante que se pueda dejar, una herencia de amistad, de amor y de cuidado. Mi gran amigo me había dejado como legado a otro amigo ¡Qué mayor tesoro podría haber recibido de él!

Indio ya no estaba solo, yo tampoco. Estoy seguro que Enrique sonreía feliz mientras nos veía marchar hacia casa.

  ¿Que te pareció el texto? ¿Qué enseñanzas sacas de la lectura? ¿Tienes muchos amigos? ¿Cómo cultivas la amistad? ¿Que es para ti la amistad? 

Aquí encontrarás otra historia sobre la amistad, te la recomiendo es muy bonita.  Haz clic en la frase.

Una bonita amistad